jueves, 16 de septiembre de 2010

"El hombre de al lado" y la luz necesaria


El film protagonizado por Daniel Araoz y Rafael Spregelburd y dirigido por Mariano Cohn y Gastón Duprat transcurre en la casa Curutchet en la ciudad de La Plata, única obra del diseñador Le Corbusier en Latinoamérica.

El hombre de al lado está allí queriendo construir una ventana para “atrapar un poquito de sol”, para utilizar el sol que su vecino “no usa”. Propuesta sensata e insensata al mismo tiempo, dependiendo de que lado se mire la cuestión. Sensata, porque después de todo es una pretensión humilde la de querer un poco de luz. Insensata, porque esa ventana se construye sobre una medianera desde la que puede verse el interior de la casa del vecino.


Pero la locura más grande espera al final del film y es más inconcebible que inexplicable.

La tensión imaginaria se instala, entre los dos personajes, desde las primeras escenas perforando la armonía de una vida diseñada a medida, tal como la maza perfora la pared abriendo un agujero de conflictos. Se suceden argumentos a favor y en contra de la construcción, aumentando cada vez más la tensión entre los protagonistas. Mientras tanto el orden simbólico representado por una justicia que habilitaría o no la construcción, no aparece para poner las cosas en su lugar.

Los protagonistas representan estilos de vida diferentes, dos concepciones del mundo que, por un momento, se entrecruzan pared de por medio. Este cruce genera una comedia que al final se tiñe de negro.

La tensión que genera el agujero se resuelve cuando el personaje políticamente correcto, pero también menos escrupuloso, miente con descaro. Del otro lado surge la actitud de renuncia; se acepta la imposibilidad.

Los hechos fortuitos llevan al hombre de al lado a salir, sin vacilaciones, en defensa de su vecino, poniendo así de manifiesto su posición ética. El otro hombre responde a su vez con la propia, ubicada en el extremo opuesto, garantizándose así la continuidad de su estilo de vida confortable y tranquilo. Desoye el viejo imperativo categórico kantiano (“obra según una máxima tal que quieras que se convierta en ley universal”) y así ya no hay hombre de al lado que incomode.



Metáfora de una realidad que asoma cada día en nuestro país. La nuestra parece ser un época en la que se están abriendo agujeros, pero no en el espacio, sino en el tiempo. Efectivamente, se han comenzado a investigar antiguos crímenes que estaban más o menos ocultos y que alcanzan a grandes poderes. Se rasga así el lienzo que recubría una historia negra de apropiaciones, desapariciones y torturas ocurridas en la última dictadura, entre 1976 y 1983, dictadura que hasta hace poco tiempo se denominaba “militar” y que ahora comienza a llamarse “cívico-militar”. A raíz de esto y, tal como en el film, en la actualidad política y social las posiciones se enfrentan, aunque a diferencia de aquel, en esta interviene la justicia constituyendo un orden simbólico que atempera el conflicto y que permite abrir ciertas ventanas desde donde ver la historia y por donde pueda entrar un poco de esa luz necesaria para iluminar nuestro presente y futuro.