viernes, 26 de junio de 2020

SUJETOS DE PANDEMIA



La pandemia por coronavirus ha obligado a prácticamente todo el planeta a extremar medidas de protección para evitar el contagio. La medida más efectiva resulta ser la de aislamiento.
Dicha medida tiene sus efectos sobre los sujetos que nos consultan. Aquí algunas reflexiones sobre el tema.

Libertad y encierro
El imperativo superyoico hacia la producción se verifica también en la clínica por estos días.
Se escucha el malestar por estar "perdiendo el tiempo", por "no hacer lo suficiente". En definitiva un imperativo que ordena producir, en términos de mercado, y que produce, a su vez, culpa por no estar a su altura. Y es un todo un trabajo entender que el no hacer es el hacer de hoy, el más difícil y quizás el más angustiante, sobre todo si ese no hacer lleva a ese encuentro con uno mismo que suele quedar postergado cuando "se hace sin parar".

Quizás el producir en tiempos de libertad es lo que nos encierra y nos aliena en tanto nos aleja de nosotros mismos y el no producir (en términos de mercado), en tiempos de encierro es lo que nos libera, aunque también angustie al conectarnos con nuestras propia mismidad.
 Quizás exista entonces una libertad que aprisiona y un encierro que libera.

Décalcomanie. René Magritte

El empuje a producir
El aislamiento, entonces, no nos aísla del empuje superyoico a producir que nos exige el capitalismo en el que vivimos, aunque en días de pandemia, satisfacerlo no resulte posible. Ante esa imposibilidad de responder a ese imperativo, el sujeto se angustia. Entender este no hacer como un hacer para protegernos del virus es, desde la experiencia clínica, una cuestión a abordar con los analizantes y una manera de limitar  ese imperativo de goce a producir en términos de pre-pandemia. 
En la historia de la Humanidad no se ha alimentado el no hacer, sino el hacer y es lógico ya que es la producción la que ha generado desde los albores de la historia aquello que se ha dado en llamar “progreso”.
 La técnica es el fruto de ese hacer. La técnica comienza cuando el hombre utiliza elementos pertenecientes a la naturaleza para construir elementos artificiales que le faciliten la vida, cuando comienza a construir herramientas. Posiblemente un trozo de piedra haya sido el primer elemento natural que se transformó en un puñal y le sirvió al hombre primitivo para desollar a los animales cazados y defenderse de ellos y de otros hombres  que codiciaban sus territorios y pertenencias.


El hacer es entonces sinónimo de supervivencia, desde los orígenes de la humanidad. El no hacer por consiguiente nunca tuvo buena prensa y sin embargo ha tenido consecuencias espectaculares ya que ha originado ni más ni menos que lano filosofía y con ella el pensamiento occidental que construyó nuestra civilización.

El ocio
Recordemos que una de las condiciones de posibilidad para el surgimiento de la filosofía allá por el siglo V a.C. en la antigua Grecia, aparte de la curiosidad, el asombro, el extrañamiento respecto de la naturaleza; fue la posibilidad de tener ocio, de no hacer. El ocio, en tanto aquello que es opuesto al negocio, es lo que daba a los antiguos griegos la posibilidad de pensar. Claro que para tener esta posibilidad había que tener algunas cuestiones de la supervivencia resueltas, de allí que los únicos que podían darse el lujo de filosofar eran aquellos que podían tener tiempo libre pero con la panza llena y las comodidades básicas aseguradas.
El ocio entonces dio origen a la filosofía, ese maravilloso invento griego que consiste en explicar las cosas por vía de la razón desplazando a la mitología en tanto explicación divina. Filosofía que a su vez generará la ciencia y todo el pensamiento occidental. Pequeño legado el del ocio.


Pero, pensar lleva a cuestionarse y este a la angustia. Para verificar esto en términos históricos habría que pensar que la filosofía iniciada en Grecia traerá, siglos después, el existencialismo, por ejemplo.
Hoy podríamos pensar que la pandemia con su aislamiento reproduce -al menos en determinados ámbitos sociales en los cuales se encuentran nuestros analizantes-  estas condiciones que impulsaron a los griegos a filosofar. Se presentan asombro, duda, extrañeza ante la situación límite de la pandemia. Si a esto le sumamos el ocio también presente, tenemos condiciones para filosofar. Entonces en las personas confinadas suelen surgir pensamientos que están en relación a aspectos propios y ajenos, teniendo estos sus consecuencias en la realidad. Así por ejemplo en China y según noticias que nos llegan ha habido gran cantidad de divorcios al terminar la cuarentena, eso seguramente no se debe solo a que los conyugues no soportaron la convivencia, sino también en que pensaron en que separarse era lo mejor luego de descubrir aspectos que no soportables del otro. Lo insoportable es aquello que está en el orden de lo real, aquello que el aparato psíquico no tolera y que lo desborda.

Lo real
Lo real en Lacan es lo imposible, lo indecible, lo que no entra en el registro de lo dicho. En este punto podemos decir que el virus es un real ya que es algo que se impone dejándonos sin palabras y con barbijos que nos dificultan hablar. El virus es un minúsculo organismo que escapa a nuestro control, y por ahora está fuera del alcance de la ciencia que es un ámbito eminentemente simbólico. No se ha dejado atrapar todavía por el decir de la ciencia, de hecho recién tenemos una foto de él pero a la manera de un identikit que quizás sólo serviría para hacer un cartel de “Buscado” y prometer recompensa a quien lo capture. Lo apresaremos con una vacuna. Solo la ciencia en tanto representante de lo simbólico, podrá atrapar a ese real que es por ahora el virus, ante el cual sólo podemos tomar distancia


Pero lo real si bien está en el exterior como en este caso a la manera del virus, reside también en nuestro interior y sobre eso viene a hablar el psicoanálisis. No hay nada más real que el inconsciente. Estamos habitado por un real que nos sorprende en los fallidos, en los sueños, en los olvidos. Y ese real aparece también en estos momentos potenciado por el real exterior, por ejemplo  a la manera de pesadillas que en este momento suelen escucharse más en la clínica y que se ponen a trabajar en los análisis. Aparte de sueños, se presenta también  el exceso de pensamientos, los cuales fácilmente pueden convertirse en una pesadilla, transformando al sujeto en una máquina de pensar.


La máquina de pensar
Entre los siglos XIII y XIV, en plena Edad Media, el monje franciscano Ramón Llull inventa la máquina de pensar, un artefacto complejo que de alguna manera es el antecedente lejano del pensamiento digital. Compuesta por discos prometía dar respuesta a cualquier pregunta. Nuestro Jorge Luis Borges en un texto de 1937 para la revista El Hogar establece una crítica diciendo que aquella no funciona ya que depende del azar para resolver problemas.
Como la máquina de Llull, ocurre hoy que muchas personas, sobre todo en aquellas que transitan solos este confinamiento, no pueden parar de pensar. Son  pensamientos que angustian y que entran en la misma línea de la lógica de la producción  Muchas personas al no hacer, piensan. Pero es un pensar que los comanda y los interna en lugares extraños. Es un pensar que entra en la misma lógica del capital. El sujeto puede así convertirse en una máquina de producir…pensamientos. El no hacer puede llevar al pensar sin freno y eso puede ser agotador.

Psicoanálisis y pandemia
Una paciente que vive sola por ejemplo, siente miedo porque piensa que si se muere ahora nadie la va a encontrar y su cuerpo va a entrar en putrefacción. Una imagen siniestra, un pensar sobre lo real que nace de un real exterior. Ese virus que está en el exterior se mete en el interior de sus pensamientos multiplicándolos de manera exponencial, tal como el índice de contagio viral. La paciente está tomada por un goce mortífero que le hace fantasear su propia muerte. Todo el análisis se dirige a hacer de dique de contención y a derivar el cauce del goce hacia otros ámbitos. Se trata de ir hacia un hacer que la sustraiga del pensar en la lógica de la producción, instalando un hacer que escapa de esa lógica pero entra en la lógica de acotar ese goce que surge con el exceso de pensar. Se trata, en definitiva, de orientarla hacia un hacer ocioso y disfrutable.
Este virus que impacta en los cuerpos y los psiquismos, puede actuar también a la  manera del factor desencadenante de las series complementarias freudianas, desequilibrando la constelación subjetiva del sujeto. De allí que en muchos casos la clínica de pandemia se presente como una clínica de la urgencia reclamando actuar en consecuencia.
En estas circunstancias los medios para continuar con la clínica se han modificado también. Esto provoca en muchos analistas la pregunta de si es viable o no, por ejemplo, la atención vía Whats App, Zoom, Skype o llamada telefónica. Estos cuestionamientos se resuelven evaluando los efectos y efectivamente el análisis por esas vías resulta tan efectivo como el presencial, aunque tiene sus especiales características.
Aunque la modalidad de atención cambie, la angustia sigue siendo la que orienta nuestra práctica. Los sujetos se ven alcanzados por una serie de variables que antes no estaban, que provocan angustia en tanto instalan incertidumbres, preguntas, dudas, en una realidad extraña. Pero en todo este mundo patas para arriba la figura del analista continúa como algo estable, conocido, alojando al analizante para acotar el goce de lo nuevo y haciendo con la angustia, siempre reinventando la práctica y fieles a la teoría del psicoanálisis.
Un análisis se orienta por la angustia para generar un producto por fuera de la lógica de mercado y más que por fuera directamente opuesto a ella: un sujeto, dueño de su deseo. Un análisis extrae de la angustia un sujeto de deseo.
Un análisis escapa también  a la lógica de la producción. No hay nada más improductivo, en términos capitalistas, que pagar a alguien para ser escuchado. Sin embargo el hacer del psicoanálisis contribuye a lograr en el sujeto ese estado de salud que Freud define como el amar y trabajar introduciendo así al sujeto en una dinámica de producción. Parece un contrasentido que un hacer por fuera de la lógica del mercado produzca a alguien que puede producir dentro de esa lógica.
Un análisis actúa entonces como la filosofía, una actividad que nace  sin pensar en el beneficio económico, e incluso a contramano de ello -ya que es fruto del ocio en oposición al negocio- pero que paradójicamente, termina produciendo la cultura occidental y la ciencia con su consecuente progreso económico.

Sociedades pos pandemia
Pensar en el después de la pandemia nos obliga a imaginar a partir de elementos que se presentan hoy.
En relación a la sociedad pos pandemia, mucho se especula a nivel filosófico. Hay posiciones encontradas. Se destacan las del filósofo esloveno Salvoj Zizek y las del sur coreano Byung-Chul Han.


Zizek vaticina un mundo gobernado por un “comunismo de desastre”, en tanto supone que los estados nacionales se verán forzados a tomar medidas económicas por fuera de la lógica del libre mercado y a fundar un orden global de cooperación entre naciones. Byung-Chul Han pronostica un mundo capitalista pero con control global de la población, vale decir con libertades controladas por la tecnología, a la manera de China.
Podríamos pensar, a la luz de los sucesos actuales, que podría haber una combinatoria de ambas posiciones. Algo de eso se ve en países como Alemania, Gran Bretaña, Italia donde los estados intervienen en la dinámica económica y financiera, rescatando empresas privadas para tener un control a través de capital accionario; esto nos acerca a la realidad prevista por Zizek. Por otro lado el sistema de control de las personas es algo que ya funciona y que seguramente quedará instalado luego de la pandemia, lo cual le da la razón a Han.
Pero, sólo el tiempo dirá. 


Subjetividades pos pandemia
En relación a la realidad pos pandemia y su impacto a nivel de subjetividades, tampoco podemos, al igual que en lo social, aventurarnos demasiado. Sin embargo algo podemos decir.
Sumando, por fuera del psicoanálisis que es nuestro marco, el aporte del psicólogo suizo Jean Piaget podremos decir que lo que se ha dado en llamar “nueva normalidad”, o sea lo que vendrá luego de la pandemia, será un proceso que exigirá un accionar inteligente. Piaget nos dice que la conducta inteligente es aquella que lleva a la adaptación al medio. Adaptación que a su vez es fruto del interjuego entre los procesos de asimilación y acomodación. La asimilación es el proceso por el cual se perciben los factores del medio externo y se los incorporan al psiquismo; en tanto la acomodación es el movimiento consistente en modificar los esquemas psíquicos a esa nueva información incorporada. Por lo tanto acomodación y asimilación son movimientos complementarios que nos permiten adaptarnos al medio operando  inteligentemente. Tendremos entonces que tomar esos nuevos elementos que nos presenta la realidad de pandemia e incorporarlos a nuestra conducta la cual se verá así inevitablemente modificada para poder adaptarnos a la “nueva normalidad”.
Seguramente la pandemia dejará sus secuelas en las subjetividades a la manera de un trauma. Sabemos que los hechos imprevistos se transforman en acontecimientos que marcan. En los niños sobre todo seguramente esto quedará como huella imborrable y hacer algo con eso, una vez que la pandemia pase, será la cuestión. También en adultos se ven los efectos. El distanciamiento social inaugura una manera de relación con el otro. Seguramente ir hacia lo que se denomina “nueva normalidad” será un proceso en el que se verán involucrados también acomodamientos a nivel subjetivo. Una de las cuestiones será  abordar la manera de vínculo social que esta pandemia vino a alterar.
En definitiva la pandemia vino a provocar una herida que sólo comenzará a cicatrizar cuando esta etapa culmine. Cuando eso ocurra será el momento de comenzar a trabajar para cerrar esa herida y extraer algo positivo de esta experiencia única y extraordinaria. Dependerá de cada uno encontrar ese destello que anuncie el amanecer, ese sol naciente que nos diga que la oscuridad va quedando atrás.


Impresión sol naciente. Claude Monet

Silvio Rivero

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