domingo, 30 de septiembre de 2012

De la Fórmula UNO a la Autopista Principal









De acuerdo con Eric Laurent autista es un parletre que encuentra una modalidad de protegerse: defensa y a la vez, muro de contención frente a la invasión del Otro. El goce en el autismo está localizado precisamente en una cápsula que le hace de borde.

Siguiendo con Laurent si hay Otro, éste funciona como pura exterioridad de todos los significantes. En ese sentido el autismo sería una modalidad radical de la forclusión psicótica. Está ausente toda “prótesis imaginaria”, a diferencia de la psicosis en la que ésta funciona como elemento de estabilización.

No hay delirio en  el autismo. No existe el mixto de lo imaginario y lo simbólico, sino el de simbólico y real. Al reducir el estatuto del Otro, el sujeto autista introduce una protección y una distancia que lo lleva a ese “extremo repliegue” con el que clásicamente se caracterizó al autismo. Es el colmo de una estabilización,  en la que el sujeto se transforma en caparazón autista.

La clínica psicoanalítica de orientación lacaniana, apunta a ampliar ese borde intentando  flexibilizar, permeabilizar, dosificar la angustia que invade a la persona llamada autista,  cuando el Otro se vive amenazante e intrusivo y de manera constante y provoca una apuesta a las maniobras del analista que puede formular una modalidad de intervención para confrontarse con lo ominoso en el campo del Otro generalizado. Del UNO a la dimensión del Otro con otros y apostando al lazo social.

Pablo nace dos días después de la muerte de un famoso piloto de competición de Fórmula Uno y lleva por segundo nombre el de ese piloto muerto, en su “homenaje”. Como segundo apellido lleva el de su madre, patrónimo que indica la profesión de quien ha muerto. 

Pablo, que al momento de la consulta tiene 8 años, nunca aprendió a hablar ni a controlar esfínteres. Se halla internado y vive desde hace 2 años, en una institución de salud mental. El vínculo con su madre se reduce a que ella lo visita cada quince días y lo que ella le lleva como regalo es una bolsa de facturas, se la da de manera completa, espera a que se las coma a todas y luego se va. Da la sensación que el producto que entrega la madre al niño es una manufactura de la panadería o algo que ella compra a camino de la institución.

En lo cotidiano del tratamiento administrado cuando Pablo ingresa al consultorio, se dirige al marco de la ventana y mira a través de la misma durante toda la sesión. Pasa el tiempo y esos primeros encuentros están signados por las mismas acciones. Ninguna actividad parece convocarlo y los juguetes no le llaman la atención. En una ocasión, compro una bolsa de facturas dispuesto a convidarlo con lo que la madre utiliza como gesto repetido. Cuando ve la bolsa me la pide con señas. Aún así, la bolsa no se la entrego y sí en cambio, comienzo a ofrecerle las facturas de a una por vez. Trabajamos así por algunas sesiones hasta que le presento facturas de juguete que forman parte de una caja de juegos. Las mira y comienza a manipularlas y empieza a desplazar su interés hacia otros juguetes de la caja. A partir de aquí comienza a investir libidinalmente otros objetos.

Esta tarea de juego recién comienza.

Trabajar con niños llamados autistas nos exige desplegar nuestra acción analítica hacia un sujeto que brinde su consentimiento y  no se someta sencillamente a la voluntad de dominio del Otro. La construcción de la subjetividad estará en relación a consentir a un Otro que no resulte devastador. Para ello el analista deberá ubicar sus esfuerzos en sostener la relación del niño con el lenguaje, teniendo en cuenta que con sus manifestaciones clínicas sólo se defiende de un real amenazante que en este caso lo ubica en una carrera de alta competencia donde no tiene chance alguna de salir con vida.

Si logra que algo de ese real devenga finalmente significante, logrará también un atemperamiento del goce, una existencia soportable que puede ubicarse en alguna carretera principal posible.