jueves, 27 de enero de 2022

"Munich, en vísperas de una guerra" y un Holocausto.


Múnich en vísperas de una guerra es una película basada en Múnich la novela de Robert Harris. Dirigida por Christian Schwochow, fue estrenada hace unos días y puede verse en Netflix.

Un drama bélico que se centra en los hechos referidos a la firma del Acuerdo de Múnich en 1938. Dicho pacto estaba destinado a salvaguardar la paz y lo firmaron los líderes Adolf Hitler por Alemania, Édouard Daladier por Francia y Arthur Neville Chamberlain por Gran Bretaña, en tanto Benito Mussolini por Italia hizo de mediador. De esta manera  y cediendo a Alemania la región de los Sudetes se  creyó frenar la invasión de Checoslovaquia e impedir la guerra. 

No hay posibilidad de spoiler porque todos sabemos lo que finalmente ocurrió, pero es un film interesante en tanto instala la pregunta de si  la estrategia de los que luego serían los aliados, al firmar el tratado, era realmente impedir la guerra o solo demorarla. 

Los personajes principales son dos jóvenes que han compartido su vida estudiantil y que ahora se encuentran trabajando uno para el gobierno inglés (Hugh Legat personificado por George MacKay) y para el gobierno alemán (Paul con Hartman encarnado por Jannis Niewohner). Ambos intentarán garantizar la paz, a su manera y a riesgo propio.

El personaje de Chamberlain encarnado por Jeremy Irons se muestra como un líder compasivo y harto de la guerra, contrastando así históricamente con su enérgico sucesor, Winston Churchill. En tanto en el film contrasta también con el personaje de Hitler, interpretado magistralmente por Ulrich Matthew, quien encarnara a Goebbels en el film La Caída. Un Hitler que realmente inquieta con su sola presencia.

El film muestra el advenimiento de lo inevitable y un ingenuo intento de frenarlo. 


Ver la película es como estar parado en medio de un campo observando en el horizonte nubes plomizas y cargadas de tormentas que avanzan rápidamente mientras no hay refugio cerca y solo sostenemos un paraguas.

La casualidad o la causalidad quiso que hoy, en el Día Internacional de las Víctimas del Holocausto, escriba este breve texto. La película muestra que, cuando en 1938 la tormenta avanzaba bajo la imagen de un loco poderoso, no hubo mucho por hacer. 

En esta época nuestra de discursos fascistas y xenófobos, en este tiempo de segregaciones  y de discursos anti derechos,  sería bueno recordar  la historia para poder identificar esas nubes oscuras cargadas de tormentas que hoy también aparecen en el horizonte, para poder así, en auxilio del recuerdo, hacer algo a tiempo y no repetir horrores. 


Silvio Rivero




lunes, 10 de enero de 2022

"Fue la mano de Dios" o los inescrutables caminos

 


Paolo Sorrentino ganador en 2014 del Oscar por "La grande bellezza" (2013), nació y creció en Nápoles, Italia. Su adolescencia estuvo marcada por grandes tragedias y alegrías. 

Su nueva  película "Fue la mano de Dios" que puede verse por Netflix es autobiográfica pero también ficcionada ya que, como el mismo director lo ha dicho, él es un "contador de historias".

El film cuenta esa etapa de la vida de Sorrentino fuertemente signada por la llegada de Maradona al Napoli. Sin aparecer en pantalla, el más grande de los futbolistas se convierte en fuente de inspiración para el adolescente Fabietto Schisa, en tanto Federico Fellini, quien tampoco es visto en pantalla, es el modelo de director a seguir. Es por eso que la película tiene giros de Amarcord y toda la tradición del cine italiano.  

Sorrentino construye una película que a 35 años de la mano de Dios nos lleva, de su mano de director, a conocer la Nápoles de los 80 y su propia historia.  Un film con incorrección política y con un humor ácido y hasta cruel, refleja el espíritu de la época y una forma de vida. 

El humor, el dolor, el deseo, el desamparo,  la locura y lo patético mutando en ternura (como en la íntima escena con la "baronesa"), hacen de esta película que  toca lo social -retratando la por momentos agobiante atmósfera napolitana-  un film esencialmente intimista en el que el director y también guionista nos sumerge, para hacernos sentir las emociones de Fabietto.

Fue la mano de Dios es la puesta en acto de aquella bíblica frase: "los caminos del señor son inescrutables". La sorpresa, lo inesperado, lo que irrumpe,  lo real,  van dándole forma a la historia que, tan mágica e impredecible como el gol de Maradona, marcan la vida del director y el pulso de la película.  Lo inescrutable duele cuando engendra lo traumático -como es el caso- y Sorrentino encuentra en el film una bella manera de exorcizarlo, de la mano de ese pequeño gran dios terrenal y pagano.

S. R.




viernes, 7 de enero de 2022

El olvido que seremos. Eterno amor de hijo


El olvido que seremos es una magnífica película que puede verse en Netflix. Dirigida por Fernando Trueba, con guión de David Trueba basado en el libro autobiográfico del escritor colombiano Héctor Abad Facilione y protagonizada por Javier Cámara, cuenta la historia del padre del autor del libro, Héctor Abad, médico sanitarista y activista por los derechos humanos.

El film se inicia en blanco y negro ambientado en Italia, en Torino en 1983. Luego retrocede al Medellín de 1971 dónde se tiñe de colores. La inocente mirada infantil del hijo que cuenta la historia de su padre otorga los colores que vivifican la pantalla. 

El doctor Abad es un hombre tan particular que no participa del carácter machista tan normal en los hombres de su época. En una casa mayormente poblada por mujeres -su esposa y sus cuatro hijas- Héctor Joaquín "Quiquín", el único hijo varón no oculta la admiración por su padre quien le dispensa un trato amoroso tampoco habitual para la época, trato que incluso le cuesta al hijo alguna burla por parte de su mejor amigo. Un padre atípico que se ocupa del cuidado del otro sin seguir cánones preestablecidos y sin obedecer a las tradiciones al punto de escapar a la liturgia religiosa dominical tan sagrada en la familia de origen de su esposa y en la suya propia. Un padre que transmite, sobre todo a su hijo, una ética personal de obediencia a sus propios principios y una lealtad a sus valores.

El dr. Abad no puede dejar de trabajar por la salud de los ciudadanos de su país, luchar por la promoción de políticas públicas sanitarias, así como tampoco de denunciar el abandono del Estado en materia de salud, lo cual lo lleva a convertirse en un personaje incómodo para el poder  en la convulsionada Colombia  de la década del 80, signada por la lucha de militares, paramilitares y narcos.  Considerado comunista por la derecha y conservador por la izquierda, no encaja en ningún lado.

Su lucha será observada siempre por su hijo, hasta el final. Y esa mirada seguirá en el libro que da origen a la película. Un libro que es un intento de dar testimonio del amor al padre, un homenaje, un epitafio,  tanto que su título es la primer estrofa del poema "Epitafio" de nuestro querido Borges: "ya somos el olvido que seremos".


S.R.



lunes, 3 de enero de 2022

La hija oscura, los vaivenes del amor materno

 

La hija oscura es un film que se puede ver a través de Netflix.

Basada en la novela del mismo nombre de Elena Ferrante y con guión y dirección de Maggie Gyllenhaal, se centra en Leda, una enigmática profesora de literatura italiana encarnada por Olivia Colman (quien interpretara a la reina Isabel en The Crown) que se encuentra de vacaciones en una isla griega. Allí, la identificación de la protagonista con Nina, una joven madre (Dakota Johnson) agobiada por su función materna, la llevará a revisitar su propia historia y el tortuoso vínculo con sus hijas durante las infancias de estas.

La película gira en torno a los vaivenes emocionales de estas dos madres, siendo la de la protagonista la historia principal.

El film tiene un movimiento que, como las olas de la playa en dónde se ambienta, baña porciones de recuerdos de la vida de Leda. 

Freud menciona que la libido -esa energía psíquica con la que recubrimos los objetos amados- suele comportarse como los "pseudópodos de una ameba", en tanto nos permite investir y desinvestir objetos, bañarlos de energía o quitársela, o sea básicamente, amar y dejar de amar.

La relación de la protagonista con sus hijas parece haber estado signada por esas fluctuaciones de su libido, en tanto en algunos pocos momentos se observa una relación cercana con sus hijas y, la mayor parte de las veces, una relación distante. Leda es una mujer egoísta y ella misma lo confirma cuando ante una pregunta de Nina responde "soy una mujer egoísta". En ella esos pseudópodos de la ameba difícilmente van más allá de sí misma. A Leda le resulta difícil amar, y advierte inmediatamente ese rasgo en Nina con quien, por ese motivo, se identifica. Nina advierte lo mismo y por eso la única pregunta que le hace a Leda es si "eso va a pasar", una pregunta que ubica a Leda en un lugar de sujeto supuesto saber, en tanto ella ha transitado esa experiencia. No hay respuesta de Leda, pero el gesto de robarse la muñeca de la hija de Nina indica que eso no "pasa", que eso no se cura, sino que es algo con lo que habrá que saber hacer.

Leda no es una presencia constante, es presencia y ausencia, como el mar que va y viene en la costa o como la luz de ese faro que gira e ilumina su cuarto de manera intermitente. Es una "madre antinatural", como ella misma dice.

Lo notable es que, a pesar de que ese vaivén de olas amorosas de Leda pocas veces haya refrescado las vidas de sus hijas, ellas están allí al otro lado del teléfono al final de la película, resaltando su carácter vital diciéndole "pensábamos que estabas muerta". 

No es casual que la última escena sea en la playa mientras Leda es alcanzada por las olas del mar y por las olas de palabras de sus hijas que muestran así que su madre ha llegado también, a su vez, a tocarlas a ellas con algunas de sus olas amorosas, aunque esto le haya resultado muy difícil de hacer, casi imposible. Y a pesar de tanto imposible allí están las palabras iluminando a la hija oscura.


Silvio Rivero



No mires arriba o "reír por no llorar"


No mires arriba es un film recomendable. La trama se sostiene en una historia posible, tan posible que ya es.

El negacionismo se presenta en forma de sátira pero el resultado no es cómico, aunque no escasean los momentos que despiertan sonrisas. Es que el negacionismo no tiene nada de gracioso, sino más bien lo contrario: angustia. Es lo que por momentos ocurre en la película, los científicos angustiados por un lado, los poderosos negacionistas y los comerciantes eternos, por el otro.

Si bien podría considerarse extensa -tanto que continúa luego de los títulos- personalmente no me parece que vaya en detrimento de su calidad, sino que esa extensión prolonga la comedia y la tragedia que tan bien combina.

Mientras la veía y por un momento recordé esa anécdota que se  le atribuye al antiguo filósofo griego Tales de Mileto, de quien se dice que cierta noche y por caminar absorto mirando las estrellas, cayó a un pozo que, lógicamente, no vió. Los angustiados de a pie "miran para arriba" mientras los poderosos bregan por el "no miren para arriba". El resultado dará la razón a unos u otros en este film que también podría llamarse "reir por no llorar"

S.R.