En el texto Psicoanálisis y salud mental, Eric Laurent nos habla del analista crítico y del analista ciudadano y ubica las diferencias.
El analista crítico sería
aquel que “no tiene ningún ideal”, que “no cree en nada”. Sabemos
que un analista es un especialista en la desidentificación, en tanto es hacia
allí a donde conduce un análisis. Ahora bien, quedar justamente identificado a
ese exclusivo lugar estimula, dice Laurent
“cierto ideal de marginalización del análisis, un ideal del analista
concebido como el marginal, el inútil, el que no sirve para nada, salvo para
esa posición de denuncia de todos los que sirven para algo”. Vale decir
entonces que ocupar el lugar de analista crítico puede conducir a una posición
cínica, apartada de lo social.
El analista ciudadano, en
cambio es aquel que entiende que “hay una comunidad de intereses entre el
discurso analítico y la democracia”. Es el que “ayuda a la civilización a
respetar la articulación entre normas y particularidades individuales”.
La época de pandemia convoca
más que otras al analista ciudadano ya que obliga a tomar partido en relación,
por ejemplo, a las medidas sanitarias en
virtud de la pandemia. Pero, en este universal de la norma, el analista tendría
que poder expresar intentos de articulación con particularidades. El desafío
estaría en esa articulación.
Hoy se escuchan, de manera casi permanente, cuestionamientos a las normas impuestas en nombre de la “libertad”, de la “situación
económica” o incluso en nombre de la ciencia, entre las que está la psicología. Así
el Decano de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires
cuestionó la medida de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) respaldando
sus expresiones en un informe del Observatorio de Psicología Social Aplicada de
esa Universidad, informe que fuera previamente criticado por su falta de rigor
científico. En tren de crítica, se han escuchado también, las voces de “300
intelectuales” cuestionando el ASPO con argumentos varios que hacen eje en el
falso dilema salud-economía.
Si ante estas manifestaciones se
ocupa el lugar de analista crítico, se las alimentará, ya que no hay
toma de posición en relación a esos cuestionamientos de la norma. Si en cambio
se adopta la posición del analista ciudadano habrá que tomar partido
anticipando, advirtiendo y transmitiendo las consecuencias funestas que devendrían
del triunfo de esos cuestionamientos a la norma.
Hablar de esto un 9 de julio,
cuando en nuestro país se conmemora un nuevo aniversario de la declaración de la
independencia, resulta apropiado porque quizás un analista ciudadano tenga que
ser también alguien que se manifieste, alguien que declare la necesidad de
independencia del goce mortífero que a veces se presenta en lo social -como en
los ejemplos citados del Decano y de los “300 intelectuales”- bajo el ropaje de la libertad, del discurso
científico o filosófico y de las buenas intenciones.
Pero, probablemente adoptar esta
actitud de mayor compromiso con lo social e intervenir tomando partido
públicamente implicaría ser más ciudadano que analista y entonces quizás más
que hablar de analista ciudadano podríamos hablar de ciudadano analista.
¿Dónde termina el analista y comienza
el ciudadano? ¿Dónde termina el ciudadano y comienza el analista? Considero, según singular experiencia, que no es posible establecer ese límite, no es posible separar claramente esas funciones ya que se pasa de una a otra, se continúan una a la otra, a la manera de una cinta de Moebius, esa
superficie que pareciera tener dos lados pero que en verdad tiene solamente uno, en este caso el lado analista y ciudadano.
Silvio Rivero
Cinta de Moebius |
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