jueves, 9 de julio de 2020

EL ANALISTA, EL CIUDADANO Y LA CINTA DE MOEBIUS


En el texto Psicoanálisis y salud mental, Eric Laurent nos habla del analista crítico y del analista ciudadano y ubica las diferencias.

El analista crítico sería aquel que “no tiene ningún ideal”, que “no cree en nada”. Sabemos que un analista es un especialista en la desidentificación, en tanto es hacia allí a donde conduce un análisis. Ahora bien, quedar justamente identificado a ese exclusivo lugar estimula, dice Laurent  “cierto ideal de marginalización del análisis, un ideal del analista concebido como el marginal, el inútil, el que no sirve para nada, salvo para esa posición de denuncia de todos los que sirven para algo”. Vale decir entonces que ocupar el lugar de analista crítico puede conducir a una posición cínica, apartada de lo social.

El analista ciudadano, en cambio es aquel que entiende que “hay una comunidad de intereses entre el discurso analítico y la democracia”. Es el que “ayuda a la civilización a respetar la articulación entre normas y particularidades individuales”.

La época de pandemia convoca más que otras al analista ciudadano ya que obliga a tomar partido en relación, por ejemplo,  a las medidas sanitarias en virtud de la pandemia. Pero, en este universal de la norma, el analista tendría que poder expresar intentos de articulación con particularidades. El desafío estaría en esa articulación.

Hoy se escuchan, de manera casi permanente, cuestionamientos a las normas impuestas en nombre de la “libertad”, de la “situación económica” o incluso en nombre de la ciencia, entre las que está la psicología. Así el Decano de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires cuestionó la medida de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) respaldando sus expresiones en un informe del Observatorio de Psicología Social Aplicada de esa Universidad, informe que fuera previamente criticado por su falta de rigor científico. En tren de crítica, se han escuchado también, las voces de “300 intelectuales” cuestionando el ASPO con argumentos varios que hacen eje en el falso dilema salud-economía.

Si ante estas manifestaciones se ocupa el lugar de analista crítico, se las alimentará, ya que no hay toma de posición en relación a esos cuestionamientos de la norma. Si en cambio se adopta la posición del analista ciudadano habrá que tomar partido anticipando, advirtiendo y transmitiendo las consecuencias funestas que devendrían del triunfo de esos cuestionamientos a la norma.

Hablar de esto un 9 de julio, cuando en nuestro país se conmemora un nuevo aniversario de la declaración de la independencia, resulta apropiado porque quizás un analista ciudadano tenga que ser también alguien que se manifieste, alguien que declare la necesidad de independencia del goce mortífero que a veces se presenta en lo social -como en los ejemplos citados del Decano y de los “300 intelectuales”-  bajo el ropaje de la libertad, del discurso científico o filosófico y de las buenas intenciones.

Pero, probablemente adoptar esta actitud de mayor compromiso con lo social e intervenir tomando partido públicamente implicaría ser más ciudadano que analista y entonces quizás más que hablar de analista ciudadano podríamos hablar de ciudadano analista.

¿Dónde termina el analista y comienza el ciudadano? ¿Dónde termina el ciudadano y comienza el analista? Considero, según singular experiencia, que no es posible establecer ese límite, no es posible separar claramente esas funciones ya que se pasa de una a otra, se continúan una a la otra, a la manera de una cinta de Moebius, esa superficie que pareciera tener dos lados pero que en verdad tiene solamente uno, en este caso el lado analista y ciudadano.

Silvio Rivero


Cinta de Moebius

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