jueves, 9 de abril de 2009

Alfonsín y lo "incurable"


Hace algunos días Mario Vargas Llosa daba una entrevista a un periodista del matutino italiano "Corriere della Sera" y hablando, entre otros temas, de nuestro país decía: “Temo que (Argentina) sea un país incurable",
Más allá de coincidir o no con su postura política y con las demás declaraciones que hace en esa nota, hay que reconocer que existen razones para pensar así de nuestro país.
Incurable? Cuál será la enfermedad?
Podríamos pensar en los “síntomas sociales”. Si la sociedad es un organismo vivo, sus síntomas son también vitales.
El síntoma es lo que no funciona, lo que cojea, dice Lacan. Y en la sociedad, en la cultura, dice Freud, se produce “el malestar”. En este sentido podríamos pensar entonces que cada sociedad pone de manifiesto su malestar a través de sus síntomas
En el orden de lo sintomático podríamos decir que todos los países corren el riesgo de ser “incurables”, ya que siempre padecen de estos síntomas sociales.
Actualmente, en nuestro país podemos contabilizar a la inseguridad como un síntoma de que hay algo que no funciona. La pelea que parece ser eterna, entre gobierno y campo es otro síntoma más.
Qué será lo que no funciona?
Pareciera que lo que no funciona está en el orden de una cierta dificultad para acordar en una sola idea de proyecto de país, porque los intereses sectoriales (ya sean de un sector social o de un gobierno) siempre están por sobre los colectivos.
En este contexto murió Alfonsín, nuestro primer presidente desde la vuelta de la democracia. A él le tocó enfrentar también luchas durante su gobierno. Basta recordar los alzamientos de los carapintadas y el copamiento de La Tablada. Tuvo que maniobrar entre las presiones de sectores de poder que se veían directamente afectados por el juicio que impulsaba su gobierno en defensa de los derechos humanos. Su idea era sanar las heridas con justicia. Su idea era curar al país con la democracia.
Hoy siguen presentándose en Argentina aquellas viejas dualidades que tantas heridas nos han causado y de las cuales aún no sanamos.
Ojalá tengamos más hombres y mujeres convencidos de que el diálogo es la única vía para acercar posiciones, convencidos de que la palabra puede curar a un país que parece “incurable”.Y ojalá sea así porque es la única forma de construir la república y un país digno de ser vivido, un país donde haya paz y no nos despertemos cada día con un nuevo conflicto

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