La película es francesa y está protagonizada por Daniel Auteuil y Jean-Pierre Darroussin y dirigida por Jean BeckerEn la versión original se titula “Diálogos con mi jardinero”.
Se trata precisamente de eso, de diálogos entre dos hombres que solamente tienen en común su lejana infancia. Uno es un reconocido pintor (Auteuil) y el otro un jardinero (Darroussin). Ambos se encuentran accidentalmente cuando el pintor regresa a la casa de su infancia pretendiendo encontrar allí la inspiración y la tranquilidad perdidas. La casa está rodeada de un gran jardín que se encuentra abandonado. Debido a esto el pintor publica un aviso buscando jardinero y así es que llega su antiguo compañero de aventuras de la infancia para ocupar el puesto.
Los personajes contrastan claramente. Si estuvieran en un plano finito, como podría ser un cuadro, estarían tan alejados entre sí que ocuparían los bordes opuestos de ese plano, y si no se caen de allí es porque los une un lazo de amistad que los sostiene a ambos y que se tensa y ajusta en cada charla.
La visión simple de las cosas, la demoledora lógica del sentido común del jardinero, se opone a la compleja mirada del pintor, a su interpretación de la realidad más filtrada por aportes de la cultura y por eso más propensa al malentendido y al equívoco. Así, por ejemplo, en el snob mundo parisino del pintor, el sonido “zzzii” puede ser interpretado como una voz de origen budista; en tanto que en el mundo del jardinero alude a algo más concreto y tangible, como el sonido que produce una guadaña y que garantiza su filo.
El jardinero siembra la tierra sabiendo que si planta rosas nacerán rosas. El pintor ve florecer de su mente, productos que plasmados en cuadros ya no le dan sabor a su vida.
Es a nivel de la charla que se producen las mayores diferencias. El personaje de Auteuil se encuentra más del lado de la metáfora. Recurre a la metáfora para explicarse. Y de hecho, no sólo su discurso está en relación a ella sino también su trabajo. Si entendemos la metáfora como “la sustitución de un significante por otro significante”, al decir de Lacan (por ejemplo metaforizamos cuando decimos: “él es un toro”, en lugar de decir “él es fuerte”), la pintura es una metáfora de la realidad. Tan metafórica resulta su pintura que el jardinero dice viendo trabajar al pintor que pinta su jardín “es muy lindo pero no reconozco nada de lo que tengo delante”. En cambio el jardinero está más del lado de la metonimia y más precisamente de la sinecdoques. En la metonimia se utiliza un término para designar a otro al que está relacionado por contigüidad y en la sinecdoques se designa el todo por la parte. Precisamente esa es la lógica del jardinero cuando dice que si pudiera cambiarse su nombre sería “del jardín” y el del pintor sería “del pincel”
Si nos atenemos a Lacan podemos decir que la metáfora crea una nueva significación, en cambio la metonimia no. De allí que el discurso del jardinero sea menos rico en significados que el del pintor, aunque como se ve en la película, una lógica tan simple como esa termina abriéndole al pintor un mundo nuevo, un mundo donde las cosas son lo que son y no otra cosa
Se trata precisamente de eso, de diálogos entre dos hombres que solamente tienen en común su lejana infancia. Uno es un reconocido pintor (Auteuil) y el otro un jardinero (Darroussin). Ambos se encuentran accidentalmente cuando el pintor regresa a la casa de su infancia pretendiendo encontrar allí la inspiración y la tranquilidad perdidas. La casa está rodeada de un gran jardín que se encuentra abandonado. Debido a esto el pintor publica un aviso buscando jardinero y así es que llega su antiguo compañero de aventuras de la infancia para ocupar el puesto.
Los personajes contrastan claramente. Si estuvieran en un plano finito, como podría ser un cuadro, estarían tan alejados entre sí que ocuparían los bordes opuestos de ese plano, y si no se caen de allí es porque los une un lazo de amistad que los sostiene a ambos y que se tensa y ajusta en cada charla.
La visión simple de las cosas, la demoledora lógica del sentido común del jardinero, se opone a la compleja mirada del pintor, a su interpretación de la realidad más filtrada por aportes de la cultura y por eso más propensa al malentendido y al equívoco. Así, por ejemplo, en el snob mundo parisino del pintor, el sonido “zzzii” puede ser interpretado como una voz de origen budista; en tanto que en el mundo del jardinero alude a algo más concreto y tangible, como el sonido que produce una guadaña y que garantiza su filo.
El jardinero siembra la tierra sabiendo que si planta rosas nacerán rosas. El pintor ve florecer de su mente, productos que plasmados en cuadros ya no le dan sabor a su vida.
Es a nivel de la charla que se producen las mayores diferencias. El personaje de Auteuil se encuentra más del lado de la metáfora. Recurre a la metáfora para explicarse. Y de hecho, no sólo su discurso está en relación a ella sino también su trabajo. Si entendemos la metáfora como “la sustitución de un significante por otro significante”, al decir de Lacan (por ejemplo metaforizamos cuando decimos: “él es un toro”, en lugar de decir “él es fuerte”), la pintura es una metáfora de la realidad. Tan metafórica resulta su pintura que el jardinero dice viendo trabajar al pintor que pinta su jardín “es muy lindo pero no reconozco nada de lo que tengo delante”. En cambio el jardinero está más del lado de la metonimia y más precisamente de la sinecdoques. En la metonimia se utiliza un término para designar a otro al que está relacionado por contigüidad y en la sinecdoques se designa el todo por la parte. Precisamente esa es la lógica del jardinero cuando dice que si pudiera cambiarse su nombre sería “del jardín” y el del pintor sería “del pincel”
Si nos atenemos a Lacan podemos decir que la metáfora crea una nueva significación, en cambio la metonimia no. De allí que el discurso del jardinero sea menos rico en significados que el del pintor, aunque como se ve en la película, una lógica tan simple como esa termina abriéndole al pintor un mundo nuevo, un mundo donde las cosas son lo que son y no otra cosa
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