The Hater es un film polaco que puede verse en Netflix. Dirigida por Jan Komasa, quien también dirigiera Corpus Christi -película que compitiera por el Oscar y perdiera contra Parasite el año pasado- retrata a personajes que en redes sociales viven de la manipulación de otros y de crear climas emocionales que mueven a la acción. Pero va un poco más allá.
El protagonista, Tomasz
Giemza -un joven sin dinero pero también sin escrúpulos que bajo el mecenazgo
de una familia rica fracasa en sus estudios universitarios- se hace un lugar en
el mundo de trolles y fakes news, aunque trasciende la pantalla de las computadoras,
actuando en el mundo real y haciendo actuar a otros, en especial a un personaje
que se presenta con escasos recursos psíquicos y mucha voluntad de acción.
La película bosqueja muy bien una
forma de comunicar que hoy es muy común, incluso en nuestro país en este
contexto de cuarentena y sobre todo de anticuarentenas. Aclaremos que
"hater" puede traducirse como "odiador".
Está ambientada en Varsovia, ciudad
del tristemente legendario gueto que últimamente aquí en
nuestro país, y en virtud justamente de comunicación "hater", se
quiso homologar a la cuarentena por parte de algunos periodistas e
intelectuales.
El universitario fracasado deviene
en hater exitoso, gracias a su falta de escrúpulos y a su insensibilidad, a su
sangre fría o quizás a su falta de sangre denunciada en la palidez de su rostro
que avanza junto con la película. La lividez del rostro de Tomasz que crece
minuto a minuto, es aquí expresión de un fluir de libido que se va retirándose
de los objetos conforme avanza el film para ir depositándose en el oscuro
interior del protagonista dónde viven esos monstruos que se alimentan del odio
y lo producen. De allí que también, conforme avanza la película, sean
cada vez menos las palabras que Tomasz dirige a otros. No dialoga con otros, no
emite palabras que ubiquen al otro como un semejante, no inviste
libidinalmente, no ama. Sólo escucha clandestinamente conversaciones ajenas y
cuando habla es con su cómplice y a través de un juego de guerra en red
donde no hay voces ni imágenes humanas, sino personajes animados con voces
distorsionadas.
Tomasz pareciera ir así
deshumanizándose y deshumanizando a los demás a medida que transcurre el film.
Va adquiriendo una fría lógica binaria de computadora, de números más que de
palabras y que excluye los sentimientos propios para manipular los ajenos.
The Hater nos muestra como un ser
humano puede ser también una perfecta máquina de producir, acumular y
administrar odios. Algo que hoy puede advertirse fácilmente en las redes.
Silvio Rivero
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