En Argentina un ex presidente dice que
su "impresión es que el actual presidente está 'grogui'", como estaba
él cuando gobernaba. Otro ex presidente en una carta publicada hace unos días
en un diario manifiesta que en el país "no se respeta la Constitución"
sin más pruebas que su propio decir. En Bolivia una presidenta de facto expresa
que para "cuidar la democracia" (que ella violó para estar en ese
cargo) decide no presentarse como candidata para no "dividir el voto"
e impedir así que gane Evo Morales en elecciones... democráticas; vale decir
que desde su óptica y la de su espacio politico se "cuida la
democracia" impidiendo su desarrollo, así como se "lucha por la
libertad" destituyendo a un gobierno democrático que ahora hay que evitar
que vuelva también por vía democrática.
Realmente todas estas son pruebas de
que se manipula a la gente y se miente sin ningún cuidado. Al parecer se ha
superado la etapa de la posverdad y se ha entrado en una especie de
extrañamiento de la realidad. Ciertos políticos y comunicadores se encargan de
convertir lo real en irreal y lo irreal en real y para eso intentan anular el
sentido crítico de las personas apelando solamente a lo emocional del ciudadano
que se convierte así en un espectador de esa irrealidad que esos políticos y
comunicadores le presentan a la manera de actores. Los ejemplos de este
mecanismo, por supuesto no se agotan en los casos presentados, basta ver
noticias mentirosas en las que, por ejemplo, de un caso particular se hace una
generalidad como "éxodo de empresas" o "la gente se va a vivir a
Uruguay", para comprobarlo.
Estos políticos y comunicadores se
transforman así en actores y los ciudadanos desprevenidos en espectadores de
esa irrealidad presentada como real. Se presenta así ese fenómeno que nace en
el teatro griego, donde los actores actuaban su papel provocando el efecto de
catarsis en el público, liberando sus emociones. El efecto catártico de estas
actuaciones de políticos y comunicadores se vehiculiza hoy y en este contexto,
de otra manera: a través de la movilización de la gente ya sea en marchas,
cacerolazos o manifestaciones en redes sociales. Efectivamente en nuestro país
y por estos días, inmediatamente después de la publicación de la carta del ex
presidente, se produjo una nueva movilización en el Obelisco, otra vez con
desdibujadas consignas al igual que la carta que los impulsó a salir.
Esta estrategia pensada en términos
cinematográficos y teatrales, con algunos políticos y comunicadores como
actores y la ciudadanía como público, destinada a crear una realidad irreal y
convertir la realidad en irreal, es muy peligrosa. El peligro es que, en caso
de triunfar, amplificará al resto de la sociedad y por un efecto de contagio,
ese desquicio que está presente en una parte de la sociedad que sale a la calle
sin saber bien ante qué se manifiesta.
El mecanismo que se está utilizando es
el de presentar la mentira como verdad. Esto, que es propio de las redes
sociales con sus fakes news y que tanto estrago produjo por ejemplo en países
como Birmania donde generó una guerra civil (véase la película "El
dilema de las redes sociales"), se encarna hoy en los políticos y
comunicadores con gran exposición y sin ninguna vergüenza. Esta estrategia es
la que propone Sean McFate el nuevo gurú de la administración norteamericana. McFate,
un ex militar norteamericano devenido en escritor y filósofo de la guerra,
publicó en 2019 su libro “Las Nuevas reglas de la guerra: la victoria
en época de desorden”. Allí reivindica la militarización de la
política a través de la utilización de los medios de comunicación, la gestión
del desorden y la generación de conflictos internos. Dice McFate “la victoria
no se obtiene en los campos de batalla sino en la conciencia de la sociedad” y
dice también que en esta nueva guerra ganará quien logre imponer su realidad
por más irreal que sea (véase el brillante artículo "Las nuevas
guerras" de Jorge Elbaum en el Cohete a la luna).
La estrategia ya está en marcha y en nuestra
región la oposición política en Argentina la está utilizando, tanto como el
gobierno en Bolivia. La única manera de contrarrestar esa estrategia es estando
atentos y bien informados para no confundir lo irreal con lo real.
Silvio Rivero
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