sábado, 9 de mayo de 2020

"Freud", el Frankenstein de Netflix







Freud, la serie de Netflix tiene del creador del psicoanálisis sólo el nombre. Son ocho capítulos de una atmósfera oscura que intenta conectar al espectador con cierta concepción de lo inconsciente como aquello escondido y lúgubre. Los túneles bajo el Danubio, la casa de Freud construída sobre las ruinas de un teatro incendiado, la casa de al lado abandonada, las apariciones fantasmagóricas tras las cuales va Freud cual cazafantasma; todo remite a algo oculto sobre lo que gira la trama. En ese giro hay un argumento que se extravía y se resuelve, poco convincentemente, echando mano al recurso de la hipnosis que, como por arte de magia, se inmiscuye en fantasías que no pueden siquiera ser representadas por elementos visuales.
La concepción de enfermedad se presenta con ribetes mágicos y ante ella Freud despliega un show cual ilusionista de circo.
Elementos mitológicos, hechizos, hipnosis, médium; una ensalada que no me llenó ni me dejó buen sabor. Ni siquiera ese paradigna indiciario del que hablara y se sirviera Freud y el psicoanálisis y del cual Sherlock Holmes es su mejor exponente, está bien explotado, si así fuese al menos la haría atrapante por la trama investigativa.
Ante este tipo de producciones que usufructúan un nombre haciendo una muy libre versión de él, solo resta esperar que el público (entre quienes seguramente habrá futuros analizantes) no confunda esta versión con la verdad histórica ni pretenda encontrar en un psicoanalista una especie de chamán sufriente que siga el prototipo del monstruoso Freud de la serie. Un Freud que se parece menos a Freud y más a un Frankenstein nacido de las aguas oscuras de un cloacal Danubio y armado con retazos de consumo de cocaína, escenas oníricas, pases mágicos, menesteres de médium y sesiones de hipnosis.
Silvio Rivero

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